Él no recordó que ese día era el cumpleaños de ella.
Aunque Paulina estaba mentalmente preparada, en el fondo no pudo evitar sentirse
decepcionada.
decepcionada.
Después de alistarse, estaba por bajar cuando escuchó las voces de su hija y Fabiola en el piso inferior.
“Señorita, ¿la llegada de la señora la entristece?“.
“Ya le prometí a papá que mañana acompañaremos a la Srta. Mercedez a la playa, si mamá viene de repente y nos acompaña, sería muy incómodo“.
“Ya le prometí a papá que mañana acompañaremos a la Srta. Mercedez a la playa, si mamá viene de repente y nos acompaña, sería muy incómodo“.
“Además, mamá es muy mala, siempre está regañando a la Srta. Mercedez…“.
“Señorita, la señora es su mamá, no debería decir eso, le puede herir el corazón, ¿sabe?“.
“Lo sé, pero papá y yo preferimos más a la Srta. Mercedez, ¿no puedo hacer que la Srta. Mercedez sea mi mamá?“.
“…".
Paulina ya no pudo escuchar lo que Fabiola dijo después.
Su hija había sido criada por ella, pero en esos dos últimos años, la niña se había vuelto más cercana a Armando. El año pasado, cuando Armando fue a Unión Panamericana para expandir el mercado, su hija insistió en ir con él.
No quería separarse de ella, naturalmente prefería que su hija se quedara a su lado.
Pero no soportaba verla triste, así que accedió.
No esperaba…
Paulina se quedó paralizada en su lugar, pálida, sin moverse durante un largo rato.
Había dejado su trabajo para ir a Unión Panamericana, pensando en pasar más tiempo con su hija.
Ahora, parecía que no era necesario.
Paulina regresó a su habitación y volvió a guardar los regalos que había traído del país en su
maleta.
maleta.
Un rato después, Fabiola llamó para decir que había llevado a la niña a pasear, diciéndole que la contactara si necesitaba algo.
Paulina se sentó en la cama, sintiéndose vacía y desolada.
Había ido con entusiasmo, pero tanto en el caso de su esposo como en el de su hija, lo que recibió fue indiferencia.
Su llegada era como una broma.
Después de un tiempo, salió.
Vagó sin rumo por esa tierra a la vez extraña y familiar.
Cerca del mediodía, recordó que había quedado en comer con Armando.
Pensando en lo que había escuchado por la mañana, dudaba si debería regresar a la casa a buscar a su hija también, cuando de repente recibió un menaje de Armando.
"Tengo un asunto importante al mediodía, no podré ir al almuerzo".
Paulina lo leyó sin sorprenderse.
Ya estaba acostumbrada.
En el corazón de Armando siempre estaba en el trabajo o reuniones con amigos... en fin, cualquier cosa era más importante que su esposa.
Las citas que había arreglado con ella, las cancelaba a su antojo.
Nunca había considerado sus sentimientos.
¿Decepcionada?
Quizá antes.
Ahora, simplemente estaba insensible no podía sentir nada.
Paulina se sentía aún mas perdida.
Había ido con mucho entusiasmo, pero tanto con su esposo como con su hija, lo que encontró fue rechazo.
Sin darse cuenta, terminó conduciendo hasta un restaurante al que ella y Armando habían ido muchas veces.
Justo cuando estaba por entrar, vio a Armando, Mercedez y Josefina, los tres estaban en el restaurante.
Mercedez estaba sentada cariñosamente al lado de su hija.
Hablaba con Armando mientras jugaba con la niña.
La niña, feliz, balanceaba sus piernas se acercaba para comer los pasteles que Mercedez había probado.
Armando les servía comida con una sonrisa, pero su mirada siempre estaba puesta en Mercedez enfrente de él, como si solo tuviera ojos para ella.
Eso era el "asunto importante" que tenia Armando.
Y ella era la madre de la niña a la que había dado a luz después de soportar tanto.
Paulina sonrió.
Se quedo allí parada, mirando.
Después de un rato, retiró su mirada y se alejo.
Al regresar a la villa, Paulina preparó un acuerdo de divorcio.
Él había sido el sueño de su juventud, pero él nunca la había visto realmente.
Si no hubiera solo por aquella noche inesperada y la presión del patriarca, él nunca se habría casado con ella.
En el pasado, ingenuamente creía que si se esforzaba lo suficiente, eventualmente lograría que él la notara.
La realidad, sin embargo, le había dado una bofetada en la cara.
Había pasado casi siete años.
Era hora de despertar.
Paulina metió el acuerdo de divorcio en sobre después de encargarle a Fabiola que se lo entregara a Armando, arrastro su maleta hasta el auto y le ordeno al conducto: "Al aeropuerto".
Crédito a su respectivo autotor/ra.
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